[...]Nunca entendiste aquel placer irracional que te subía por la garganta cuando hablabas de ella. Era como recordar que en algún momento habías saboreado algo dulce, y sentir aun la sensación, mezclada con tu saliva y paseando como si nada por tu boca, dueña del territorio. Extrañamente, te daba unos segundos de sosiego el corazón cuando casualmente, o no tanto, podías incluir en la situación del momento algo de ella, aunque fuese un solo roce. Y ni siquiera tenías que nombrarla en voz alta, te bastaba con saber tú mismo a quien te referías. Como si aquella cercanía, abstracta y fuera del espacio- tiempo, significase la posibilidad del volver hacía atrás y vivir otra vez aquel sabor dulce que estuvo allí, entre el frío del invierno y el calor del ser humano, pero que ahora solo podías desgastar a base de recuerdos.
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Me gustan los sofás(es)
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