lunes, 2 de abril de 2012

(París)

(Berlín)

Tras suspirar y apartar así las sombras, te incorporaste y removiste entre la cama para encontrar otra vez tu sentido del olfato. Últimamente se escabullía por las noches y se arrastraba por las sábanas, rastreando como un sucio perro hambriento. 
Buscaba algo que hace unos años había conquistado y colonizado aquella tierra. Construyendo un basto imperio de debilidades y deseos. Haciendo fluir ríos de agua bendita que se encharcaban en lujuriantes lagos a la altura de la almohada. Buscaba un olor, su olor. Aquel tirano, ahora exiliado en las fronteras de la extinción; antes tan poderosos en su inconsciente afán de someter esclavos a tu alma y a tu razón. 
¡Ahí! ¡Su olor! Si solo hubiese podido tu memoria guardar un pequeño frasco de ese plácido licor. Si solo pudiese el corazón abrirlo y cuando creyera ahogarse, aspirar profundamente su esencia, dibujando en el aire el reflejo de un instante. 
Un instante al que volver a mirar a los ojos. [...]





Such a long road we’ve been walking on 

And I had a dream 
I stood beneath an orange sky 



 (Con un adiós tenue que confunde, a ratos.)

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