Diario de abordo.
Momento número catorce, o diecisiete, o lo que sea.
Aquí, en este lugar del subconsciente (correspondido, espero, con algún espacio real y sensible), el tiempo se detiene a jugar con cada mota de polvo. Ocurre despacio, como arrastrando los pies enfurruñado. Los días se vuelven vidas: nace el sol, respira y muere, en la misma sucesión y secuencia que la propia naturaleza humana. Y entonces ¿una vida? Una vida, la vida se convierte en eternidad. Pura infinidad atrapada en un ritmo lento y pegajoso que adormece la mirada, hasta que hecha raíces y se queda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario