lunes, 2 de enero de 2012

Diario de abordo.
Momento número catorce, o diecisiete, o lo que sea.

Aquí, en este lugar del subconsciente (correspondido, espero, con algún espacio real y sensible), el tiempo se detiene a jugar con cada mota de polvo. Ocurre despacio, como arrastrando los pies enfurruñado. Los días se vuelven vidas: nace el sol, respira y muere, en la misma sucesión y secuencia que la propia naturaleza humana. Y entonces ¿una vida? Una vida, la vida se convierte en eternidad. Pura infinidad atrapada en un ritmo lento y pegajoso que adormece la mirada, hasta que hecha raíces y se queda.


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