Simple arbitrariedad. Palabras que jugaban a los dados y se divertían con el hacer y el deshacer del mundo.
Por extensión, creías que el ser humano era, en su totalidad, puro sentimiento. Irreflexivo e impetuoso sentimiento. Se movía por pasiones internas, las cuales, se habían adjetivizado como meras sombras de causas externas. Aunque a ti siempre te dio la sensación de que venían de mucho mas adentro. De un yo, profundo y callado, que crecía a ritmo lento, alimentado por los posos que deja el roce humano.
No entendías las cosas. Era más fácil poner mayúsculas a lo inexplicable de la vida para que callase los gritos del raciocinio. Olvidarse del pensar, que era doloroso en la mente y en el alma. Olvidarse de las soluciones directas y enmascarar, mientras tanto, los problemas con mentiras.
Mentiras, sí, siempre te gustaron las mentiras. Sobre todo cuando cubrían hasta el horizonte y ni tú eras capaz de descubrir el mar abierto. Te gustaban porque no eran racionales, eran inventadas, salían por la boca como vomitadas. Pero te gustaban, simplemente porque es una de esas cosas que tampoco sabrías decir porque lo haces, pero lo haces.
"Si aceptamos que la vida humana se rige por la razón,
la posibilidad de vivir queda destruida"
(Hacía rutas salvajes)
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